Arte Sacro
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Puerta Osario. Luis Arenas. Álvaro Pastor Torres


 Desde su privilegiada atalaya roteña, rodeado del cariño de los suyos cuando ya la enfermedad lo tenía atenazado en una sillita de ruedas, le gustaba salir a la terraza y contemplar con unos prismáticos la inmensidad de la mar océana. ¿Qué detalles vedados a la contemplación del común de los mortales captarían entre las olas esas pupilas que tanto habían visto a través de los visores de sus cámaras Pentax o Linhoff?

Aprovechando el centenario de su nacimiento los entusiastas miembros de Estípite han organizado en la Casa de la Provincia -tras no pocas dificultades- una exposición antológica como homenaje a tan exquisito artista, cosa rara en esta Sevilla de los olvidos más notables y los desprecios más supinos. Laus Deo. Porque destacar como fotógrafo en una ciudad donde ya trabajaban Juan José Serrano -el pastelero de la madrileña calle Arenal que se trajo Gallito (vulgo Joselito) para que plasmase su genialidad lidiadora en la Monumental de San Bernardo-, Cecilio Sánchez del Pando – que lo mismo retrataba con su vieja cámara de cajón a Eugenia de Montijo que al glorioso Betis Balompié, campeón de liga el año 1935- o Ángel Gómez “Gelán” – reportero de plantilla sucesivamente en El Noticiero Sevillano, La Unión y El Correo de Andalucía- no estaba al alcance de cualquiera. Y Luis Arenas lo consiguió desde su estudio en Nervión, junto al campo del Sevilla, en cuyo escaparate nunca faltó el impresionante rostro del Gran Poder –si mantenerle la mirada es imposible, mucho más difícil debe ser retratarlo-, ni tampoco los murales fotográficos con vistas de la vieja Hispalis que tantos zaguanes de bloques adornaron.

Su Sevilla Eterna, mano a mano con Luis Ortiz Muñoz –libro no igualado hasta que hace poco Francisco Robles y Antonio del Junco dieron a la imprenta el Sevilla, ciudad eterna- marcó época. Pero más allá del fotógrafo que inmortalizó y difundió por medio mundo con sus imágenes costumbristas la Semana Santa o la Feria hubo un Luis Arenas virtuoso del retrato infantil, un gran fotoperiodista deportivo y un escultor de los volúmenes en la plaza de los toros. Su archivo gráfico parece que está en venta. La ciudad no puede dejarlo escapar.

Y en otra atalaya cercana a ese río grande que va a dar a la mar sanluqueña que es el morir, en el puente de Triana mismamente, sentó cátedra todos los Viernes Santos por la tarde para aprender a bien morir viendo ese Gitano de la Cava que casi siempre expira allí entre amenazantes nubarrones oscuros. Y tomó por discípulos aventajados a Manuel Díez-Crespo y Antonio Burgos con Jesús Martín Cartaya como notario gráfico.

Publicado en EL MUNDO de Andalucía, Edición Sevilla, el Sábado 29-I-2011.

Foto: Luis Arenas/Martín Cartaya. 










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